martes, 21 de julio de 2015

El acto de exponer-se.


Yo no sé. No sé porque comienzo con esta frase. Me recuerda a la libertad de los blogs, se siente tan bien escribir lo que a uno le nazca...tan bien. Qué trabajo, qué dinero, qué reglas. Ahí vamos. 

Mira que nuevamente la vida me da las cosas que alguna vez sentí que no las volvería a vivir. En algún momento de mi vida le puse un nombre a la vida: boomerang. Así cuando ayer estaba regresando a (mi nueva) casa y a punto de no pagar pasaje, se me vino a la mente la idea de que la vida nos regresa lo que alguna vez damos o dejamos de dar. Pago no más. No sé si sera cuestión de ética, moral, o de que me visualicé en una situación en la que no tenía ni un centavo o cuando me había olvidado el monedero en casa y un cobrador me dejó viajar gratis. Será la mezcla de muchas cosas lo que al fin y a cabo me empujaron a ser más consciente de lo que uno da, de la cosecha, de las neuronas espejo, del reconocerse a uno mismo en los demás. 

Ya casi no se trata de mí y mis usuales mis hábitos egoístas. 

Yo me dije que no escribiría de esto hasta que pase, porque de algún modo quería terminar de procesarlo. El hecho de encarar las cosas del pasado y de no juzgar los resultados, simplemente vivir y guiarme por el qué estoy haciendo ahora para llegar a donde quiero estar mañana. Pero a la vez, el vivir el presente, porque el hoy será  algún día lo que justamente estudio: Historia.

Estuve de regreso en las aulas. El tan dilatado regreso ya está consolidado y por más que divague, la realidad es esa y no le soy ajena-aunque quisiera. Ya se cerró el círculo y lo único que tenía en mente era vivir el presente, aceptar las cosas como son, no ser dura conmigo misma, relajarme, reírme de mi misma, recordar que no soy perfecta, que nunca lo fui,  que no tengo que demostrar nada, en realidad soy un ser humano y no alguien inalcanzable.

(Las líneas consiguientes las escribí antes de hablar en público)

No sé que apelativo o etiqueta ponerme, que soy tímida, o que me chupo, o me avergüenzo, lo que sea, al fin y al cabo la realidad es que me cuesta (ahora más que antes) exponer. Todo el mundo tiene miedo al ridículo, al fracaso, al quedarse sin algo qué decir, al querer salir huyendo ante la primera oportunidad. Yo no sé qué pase ese día, solo sé que acepto tener miedo, sé que me estoy preparando lo mejor que puedo, sé que de algún modo lo voy a hacer y sé que no me juzgaré por el resultado. El hecho de ponerme nerviosa ante muchas personas no va a afectar el hecho de que yo me ame a mi misma del mismo modo o más que antes. Solo estaré consciente que hice lo que pude. 

Reconozco que alguna vez en mi vida me pasó que me puse muy nerviosa ante una situación similar. Es raro porque yo sentí una mezcla entre alivio y resignación, creo. En realidad, sentí que ya había pasado lo que pasó y bueno se dio. Ya. Me río de eso. Y si alguien lo recuerda, pues ya pues, qué le voy a hacer. Son cosas que pasan. Ahora yo presiento que es diferente. Han pasado tantas cosas, siento que me conozco más, siento que tengo un mejor control sobre mi misma, si bien es cierto no he practicado después de esa ocasión, no he vuelto a exponer desde hace casi 3 años, aún recuerdo la época en la que solía hacerlo y no me fue tan mal, supongo.


Adelante. Será divertido. 

Recuerdo que una vez una persona en la radio dijo que sería mejor si le hablaras a un extraño o te pararas en frente de varios extraños a exponer antes de la "verdadera" exposición. Sería divertido hacerlo.

(Ahora, la actualización después de lo que pasó)

Sí, pasó y casi me cuesta creer que lo hice. Recuerdo las palabras del post de Michelle Poller en su cuenta de facebook diciendo que el miedo de exponer o hablar en público se vence progresivamente, es decir, mientras más lo hagas el miedo se irá digamos transformando progresivamente. El miedo nunca se va, siempre está ahí, es solo que va mutando.

¿Cómo me fue? Pues no voy a negar que sentí miedo, que nuevamente el nerviosismo invadió mi cuerpo, que mi voz por ratos era temblorosa, que me imaginaba las situaciones más aterradoras. Pero en el proceso de preparación me di cuenta de lo importante de la práctica, la visualización y el del arte de reírse de uno mismo.

Ahora más que nunca sentí que necesitaba saber al revés y al derecho lo que iba a decir, de tener una fotografía mental del esquema de exposición, de empaparme del tema e incluso ir un poco más allá por si las dudas. La improvisación no tenía lugar, pues era ahí donde el bloqueo podía entrar. Así que practicar, practicar imaginando a mi público, visualizándome cómoda, riéndome de mis errores y siendo consciente de ser humana, de carne y hueso, proclive a fallas.

Cuando toca, toca...

Tres veces expuesta bastaron para saber que en verdad las cosas se logran de a pocos. Y si bien ahora no hay un evento que me exige volver al centro, no dudo que es una experiencia que voy a llevar conmigo. Lo hice, lo logré y no me juzgo. 




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