Estoy aquí sentada en un el asiento de un parque cerca a la avenida Abancay y miro mi celular y machuco algunas teclas como que haciendo que estoy viendo algo importante. La muletilla del celular. Aún sostengo el bendito aparato y escucho a unos perros bien monos ladrando en modo juguetón. Ladran y ladran y corren de un lado para el otro. No hay nada más chévere que ver a dos perros jugando, yo me pasaría horas mirándolos. Al frente mio hay un anciano que está leyendo un libro, por ratos parece que se ha quedado en esa posición y en realidad está durmiendo. Debe ser que se quedó dormido porque no se mueve para nada. En el asiento de mi derecha hay una señora que está con el brazo encima del espaldar del asiento, con el otro brazo agarra la correa con la que sujeta a un perro. El perro mira atento a todos lados. Luego se para y caminan hacia el pasto. La señora deposita su cuerpo sobre el suelo verde y suelta al perro, quien al principio no sabe a dónde ir, luego olfatea los árboles y orina. Es macho. Unos gringos pasan por mi costado y los dos llevan cámaras colgadas en sus cuellos. Uno de ellos lee los letreros del parque y otro toma fotos a distancia. Veo que el sol sigue brillando. Hay un vientecillo fresco que circula por el ambiente. Los carros siguen pasando, unos tras otros. A lo lejos veo a una bandada de palomas. Vuelan juntas, luego se esparcen. Algunas aterrizan sobre los postes. Otras sobre los cables de luz. ¿Qué será ser paloma? ¿Qué se sentirá volar? De niña soñé que volaba. Es uno de los sueños más bizarros que he tenido. Soñé que tomaba impulso del suelo y después levantaba mis piernas, algo así como si estuviera sentada. Volaba sentada e iba de un lugar a otro. De más grandecita quería ser paloma o mariposa. Ahora quiero ser águila, pienso en esta banca del parque. Qué bonito es estar sentada aquí. Disfrutar este momento. Sentir que el ahora es ahora.
martes, 7 de octubre de 2014
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