La Historia como disciplina científica no solo considera al pasado como una serie de sucesos acaecidos que no guardan relación con el presente. Ella explica el por qué del ahora y nos debería ayudar a solucionar los problemas venideros. En este sentido, la labor del historiador está dirigida hacia una investigación que recree estos preceptos.
La investigación histórica trae consigo una serie de problemas. Uno de ellos es la cuestión acerca de hasta cuándo se puede escribir la Historia. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que los hechos ocurridos recientemente, como por ejemplo el juicio al ex presidente Alberto Fujimori, puedan ser temas de investigación histórica?
Jorge Basadre, quién escribió La Historia de la República del Perú, consideró que es necesario dejar un lapso de treinta años entre el pasado “historiable”, por así decirlo, y el presente. Esta idea parece una salida razonable, pero aún queda por aclarar otro punto, el de las fuentes.
La materia prima del historiador son las fuentes, directas e indirectas. Las más importantes son las primeras. No cabe duda de que las fuentes directas son más abundantes para los temas más recientes, debido a la política de conservación de archivos por parte de diversas instituciones tanto públicas como privadas. Sin embargo, un documento es considerado recién como parte del Archivo Histórico cuando presenta cincuenta años de antigüedad.
El debate que generó la publicación del texto de Ciencias Sociales para quinto año de Secundaria publicado por la editorial Norma en el año 2005, recrea el problema de escribir y enseñar Historia del Perú de los años ochenta en adelante. Al parecer eso no tiene nada de peligroso, es más podría considerarse una necesidad enseñar a las presentes generaciones estos temas que aún siguen siendo parte de nuestra sociedad. Pero, estos temas referidos al ex gobierno de Alan García, Terrorismo, Crisis económica, etc., la verdad aún no está del todo dicha, puesto que la información que se tiene aún está sujeta a conjeturas, ya que las pruebas, las fuentes no están del todo disponibles.
La ex parlamentaria Mercedes Cabanillas argumentó que el contenido del texto no era del todo correcto, puesto que se hace una “apología al terrorismo”, debido a que se da a entender que la población no tenía una salida viable ante formar parte de la violencia de Sendero Luminoso o MRTA, u optar por la “democracia”; además, también añade que las cifras de las victimas del terrorismo están erradas. Particularmente creo que esto no tiene nada de extraño, puesto que al tratar temas que se refieran a la administración del ex gobierno aprista se está de algún modo generando una opinión dentro de los escolares de escuelas públicas y esto podría ser un factor peligroso. El solo hecho que el “pueblo” piense ya es peligroso.
Por otro lado, está el tema de las cifras exactas. Este texto fue escrito en base al Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) el cual es hasta ahora la fuente más importante para obtener datos acerca de los que pasó en esos años. Y aún hay mucho por investigar para poder precisar la fidelidad de los datos presentados.
Coincido con la opinión dada por el ex miembro del Consejo de Educación, Ricardo Morales en cuanto al real propósito de hacer historia de los últimos años: “la idea es formar crítica”.
Al margen de las disputas políticas, la historia no sólo debe abordar temas que convengan a un determinado grupo político. No se debe maquillar la historia. Ella debe abarcar todos los aspectos, puesto que en esencia sirve para generar una memoria colectiva que a la larga nos permita un reconocimiento como Nación en conjunto.
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