Salí temprano a recorrer las
calles aledañas a mi casa. Temprano es la mejor hora. Es fresco. Volteo la
esquina y paso por la casa de la tía que hace unos años estaba gordita, y ahora
está regia, casi irreconocible. Cruzo la pista y veo nuevamente esa pita, cual
cordel puesto en medio del pasto. En vez de ropa tiene bolsas de distintos
colores, que casi ni se notan por el paso del tiempo y la intensidad del sol.
Veo al mismo perro negro
durmiendo en la puerta de una casa. Veo los grafitis. Los leo, algunos dicen
Zona tal, Viva esto, por ahí un acrónimo o un seudónimo. Mi favorito es el que
está por el parque donde solía desfilar en tiempos de colegio. Ese grafiti es
la voz, digno de estar en una pared.
Sigo caminando y veo mi
colegio de primaria. Ahora su fachada está pintada de azul y amarillo, ambos
colores en tonos muy chillones. Miro el parque de enfrente y se me vienen a la
mente recuerdos de niñez. El día que se construyó se convirtió en nuestro lugar de juegos.
Corríamos, nos escondíamos, gritábamos, vivíamos.
Unos pasos más allá está la
librería donde solía comprar las láminas para las tareas del colegio.
“Buenas Tardes Señor, ¿Tendrá
alguna lámina de la Cultura Chavín?”
El señor buscaba en su
fólder de láminas. Tenía varios, cada uno de un tema específico.
Sacaba el fólder de las láminas de Historia, buscaba la parte dónde estaban las
culturas Pre Inca y entre ellas encontraba varias versiones de la lámina de la
Cultura Chavín. Algunas tenían la cara de Julio C. Tello, una imagen del Lanzón
y otra del Templo Chavín; otras tenían un mapa de ubicación, una imagen de las
cabezas clavas e imágenes de arquitectura. Me tomaba mi tiempo al escoger. El
señor, con toda la paciencia del mundo, esperaba.
A veces esa librería no
abría. Y tenía que caminar muchas cuadras para buscar otra. Fue así como me
familiarice con las calles más lejanas. Miraba las casas, sus fachadas, sus
lunas, sus escaleras, sus techos, algunos no tenían, otros sí. Unas eran de un
piso, otras de 4 o hasta 5 ¿Qué sería vivir en una casa diferente cada día? Quería
estar dentro y ver todo.
Seguí con el recorrido y vi
el parque donde me gustaba sentarme a leer. Los asientos siguen igual de
chicos. Las mesitas siguen con esos cuadraditos que invitan a jugar damas o ajedrez.
Los perros ya no están, ahora hay otros. La tienda donde alquilaban videos ya
no está. Ahora es una reja cerrada. El dueño no pintó bien la fachada porque
aún se distinguen las letras que dicen: videos de estreno.
Camino un poco más y está el
canchón. Ese pampón donde veo a gente corriendo alrededor. Algunos con sus
perros, otros con sus audífonos en los oídos. No ha cambiado mucho.
Suena un timbre. Es el
timbre del colegio. Es mi antiguo colegio de secundaria. Los alumnos entran, se
cierran las puertas, en el último segundo entra un chico y la puerta se cierra
cual calabozo.
La avenida comienza a congestionarse, los conductores tocan sus claxon, hay gente que corre, las corbatas y los tacos van de un lado a otro. Las cosas vuelven a la normalidad.
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